HEREDEROS DE LA LUNA
La
Diosa Luna, hermana de Inti y benefactora de los habitantes de Entom, acude
todas las noches a iluminar en mayor o menor medida la tierra que estos hoyan. Khilla
aparece en el panteón de todos los cultos basados en el Mito de Inti pero en
ningún sitio es tan reverenciada como en Sian, La Casa de la Luna. Los sikimira
que fundaron la ciudad y han construido un pequeño imperio alrededor de esta
son popularmente conocidos como los Herederos de la Luna. Según sus leyendas
cuando Inti descubrió la traición de algunas de sus reinas y montó en cólera Khilla
en persona acudió para rescatar a los más capaces de los hijos de su hermano y
guiarlos hasta Karuchaqana. Iluminó el gran puente sobre el mar durante todo el
éxodo y contuvo la furia de Inti el tiempo suficiente para que sus elegidos
completarán el viaje.
Para
los Herederos de la Luna Khilla es tan poderosa como su hermano, algunos en
privado dirán que incluso más que este pues alumbra en la oscuridad de la noche
aunque no osarán hacer tal afirmación en público. La influencia de la Diosa
Luna marca el ritmo de crecimiento de las cosechas, sus fases causan el alboroto
del mar y son un marcador del tiempo sin igual. Es la castigadora de los
ladrones y la protectora de las reinas.
En
Sian se ora y cumplimenta también a Inti, como es lógico, y a Wiraqocha, el
creador. Al Dios Sol es común ofrecerle sacrificios, incluso de sintientes,
pues su ira debe ser apaciguada y la deuda contraída al evitar su furia pagada.
Junto a ellos el resto del panteón común a todos los credos basados en Mito de
Inti reciben reverencia y
plegarias.
Al
contrario que en otros lugares en Sian todos los templos son administrados por
una misma comunidad clerical que es también la que rige los destinos de la
ciudad y el imperio. Los sacerdotes de la luna son el gran poder al mando de la
comunidad. Su poder es tal que incluso las reinas están subordinados a estos.
Son los sacerdotes los que eligen a aquellas que más les convienen, los que se
cuidan de ellas y de su prole de la misma forma que administran la vida de
estos una vez alcanzan la vida adulta.
Un
consejo de Namús, grandes sacerdotes, está a la cabeza del culto y gobierna
tanto la vida espiritual como terrenal de los fieles.
Los
Herederos de la Luna son un pueblo cosmopolita y viajero y dispuesto a aceptar
que no todos comparten su visión del mundo. Abiertos de mente no tienen
problemas en aceptar la existencia de otras formas de venerar a Inti y Khilla o
incluso de que puedan existir individuos tan poco brillantes como para no darse
cuenta de su poder y que deseen arriesgar su vida adorando a falsos dioses.
SUAMOQ
La ciudad
sagrada de Suamoq es el centro del culto al Dios Sol mayoritario entre los kumihin.
Para estos al
principio todo era oscuridad y la luz, atributo lúcido y resplandeciente de las
cosas, cualidad luminosa y esencia creadora que los kumihin conocen como Chiminigagua
y que pocos dudan en equiparar al buen Wiraqocha, creó el mundo.
La interpretación del Mito de Inti que los kumihin
observan se desvía en parte de las líneas comunes en Hanan probablemente debido
al aislamiento sufrido durante muchos siglos. Las enseñanzas que en Suamoq se
imparten consideran a Inti y Khilla, a los que ellos llaman Xue y Chía en su
lengua, cómo esposos y no hermanos. Tal y como se narra el mito. Los kumihin abandonaron
el Gran Paitití mucho tiempo antes de que la ira del Dios Sol se despertara. Bachué,
su reina ancestral, guio a su prole a través del gran puente sobre el mar y
estos ocuparon toda Karuchaqana y allí
moraron durante docenas de ciclos completos. Cuando la ira de Inti sobrevino y
todo Entom tembló, la tierra de los kumihin sufrió grandes inundaciones que
causaron penurias y dolor. Muchos
murieron y la población se redujo drásticamente quedando agrupada en los Anti
de Hurin.
Bachué hacía tiempo que había desaparecido y
los kumihin se habían apartado de las buenas costumbres. Habían olvidado a los
dioses y pasaban el día en la holganza.
Fue entonces cuando apareció Bochica. Bochica
no era propiamente un dios pero según la leyenda fue él el que hizo retroceder
a las aguas. Predicó y enseñó las buenas costumbres de nuevo y algunos
preceptos morales. Bochica, el civilizador, enseñó a sembrar, a fabricar casas,
a tejer en algodón y el fique, a cocer el barro y hacer ollas, la manera de
calcular el tiempo y determinar las fechas para la siembra y la recolección.
Los kumihin lo distinguieron como
"nuestro pariente y padre". Bajo su supervisión se
levantó el primer templo del sol en Suamoq y alrededor de este se organizó el
culto que perdura hasta nuestros días.
En Suamoq se rinde culto a Xue, el Dios Sol,
pero también a Chía, su esposa y a Bachué la madre ancestral.
Junto a ellos el panteón lo completan otros dioses y espíritus vinculados a
lugares y conceptos varios muchos de los cuales tienen su réplica en el resto
de cultos basados en el Mito de Inti aunque
reciben nombres distintos.
El culto exige de constantes sacrificios que
sacien la ira de Xue y paguen la deuda contraída durante los ciclos de
paganismo antes de la llegada de Bochica. Todas las comunidades envían a
jóvenes para que estos mueran en el altar del Dios Sol y el mismo rito se
practica en los templos menores por todo Hurin.
Los sacerdotes, llamados jeques se educan desde su nacimiento en el templo de Suamoq
atendiendo a los seminarios dirigidos
por ancianos. Son los responsables de
dirigir las ceremonias y sacrificios y solo cuando se considera que están
preparados regresan a sus comunidades de origen para prestar sus servicios. Los
jeques guardan los templos y lugares sagrados a los que se acude para realizar
ofrendas y solicitar favores. Los concurrentes sin embargo deben permanecer a
las puertas del recinto pues solo los sacerdotes tienen permitido acceder al
interior.
Los templos también acogen los restos de los
sacerdotes fenecidos y de las reinas que los favorecieron.
Junto a las actividades religiosas, los
sacerdotes participan también de la vida de la comunidad con recomendaciones
acerca de la agricultura o mediando en los habituales conflictos entre las
reinas.
Los kumihin son piadosos y celosos de su fe. Comparten
la adoración al Dios sol con otras culturas pero no comprenden a los que no
observan este culto. Su historia les demuestra que olvidarse de Xue y Chia solo
puede traer calamidades y tratan a los herejes como temerarios que pueden
arrastrarlos a todos al desastre.