Historias del Concilio pretende dejar testimonio de casi treinta años de dados y rol.

En 1991 compré mi primer juego de rol. Fue El Señor de los Anillos, el juego de rol de la Tierra Media, traducido, publicado y distribuido en septiembre de 1989 por la editorial barcelonesa Joc Internacional. Era un libro de “tapa dura” con una ilustración de Angus McBride en la portada. Desde entonces y hasta hoy han pasado por mis manos literalmente docenas de manuales y entre mis amigos y yo hemos hecho rodar, literalmente, decenas de miles de dados de múltiples caras.

En 2011 hizo veinte años de nuestra primera partida y, puesto que ahora apenas si tenemos la oportunidad de quedar un par de veces al año, decidí embarcarme en el proyecto de rescatar algunas de las historias que durante este tiempo he compartido con ellos para, tras darles un formato digno, compartirlas con quien quiera leerlas. Me he propuesto publicar una aventura o módulo cada trimestre alternándolos con otras entradas sobre mi pasado, y escaso presente, como jugador y director de juego. Algunos de los módulos serán algo viejunos. Los hay bastante elaborados y otros muy sencillos. Más largos y completos o meras escenas, casi eventos para una partida rápida. Si alguien se reconoce en una de estas historias, gracias por haberlas jugado conmigo y bienvenido.

22 julio 2014

Hijos del Dios Sol - Chakapuma - Parte IV

Última entrada dedicada a la mayor de las urbes de Karuchaqana. Chakapuma, la muchas veces sagrada, es un crisol de culturas y ello marca el día a día de sus habitantes.
 
LAS LENGUAS
La ciudad sagrada recibe a gentes de muchos orígenes y cada uno trae consigo su lengua propia. Pero entre todas ellas no hay ninguna más importante que el Qichwa, la lengua de Inti, aquella con la que el Dios Sol se dirigió a sus hijos en los días de júbilo y abundancia. El Qichwa es el idioma de los templos y los sacerdotes y es también la lengua que los sikimira han tomado como propia, la lengua de los verdaderos y únicos hijos puros de Inti. Pese a que existen multitud de registros y dialectos el Qichwa se ha convertido en la lengua franca de Chakapuma y también en gran parte de Hanan. 
 
Pero el Qichwa no es la única lengua en la que se ora en la Ciudad Sagrada. Los pallaysu tienen sus propias lenguas, la más extendida de las cuales es el Arawak. Una lengua  antigua que se escuchó de norte a sur de Karuchaqana antes de que el Qichwa la ahogara. Ahora solo se puede oír a los más antiguos de entre los pallaysu emplearla, normalmente en susurros secretos que pretenden ocultarla de la ira de los sikimira. La influencia entre ambas es manifiesta y los vocablos comunes son muchos pero las diferencias son igualmente evidentes y para el no versado en ambas tanto la una como la otra resultan inteligibles. Los sikimira consideran el Arawak la lengua de los pecadores y está prohibida en muchos templos y lugares. Es también la lengua de los esclavos, de la suciedad, del desorden y el caos.
 
Además del Qichwa y el Arawak en las calles de la Ciudad Sagrada no es extraño escuchar los ecos del Myuskkubun de los kumihin de Hurin, el Reo de las islas de Chakapwasiwarana y los cientos de lenguas de los thamaykachay y el resto de pueblos salvajes, el Tup, el Chib o el Kairb, todas ellas con sus dialectos y formas.
 
Desde hace algunas generaciones el Yakinlastirma de los wayrurongo, el idioma en el que se ha realizado la Promesa, ha hecho también acto de presencia. Es el idioma en el que los misioneros wayrurongo ofician sus servicios y el que estos emplean para comunicarse entre ellos. Si los sikimira desprecian el Arawak, lo que sienten por el Yakinlastirma no puede considerarse más que odio. Emplear el idioma de la Promesa en un templo de la Ciudad Sagrada puede ser castigado incluso con la muerte. 
 
KHIPU
La escritura es un bien sagrado  propio y exclusivo de los sacerdotes sikimira, hijos predilectos de Inti y depositarios de su sabiduría. La enseñanza de la escritura se realiza en los templo y solo a aquellos individuos destinados a asumir las más altas responsabilidades. De esta forma el clero se asegura una posición de poder como albaceas de la historia y la memoria del Entom. Solo el Qichwa, como lengua propia del Dios Sol, está destinada a ser registrada y solo el Qichwa tiene una correspondencia directa con el sistema de hebras de colores nudos y formas que conforman el qhipu.
 
El qhipu es el soporte físico de la palabra de Inti. Un cordel largo del cual penden una serie de cordeles de distintas longitudes y colores a distancias variables entre ellos y sobre los que se realizan nudos de diferentes formatos. No es un texto propiamente dicho sino más bien un grafismo que permite, a modo de regla nemotécnica, recitar historias, secuencias, o números.
 
Para los comunes, las castas menos capacitadas, los esclavos y las especies impuras los khipus son un enigma indescifrable, un acertijo inalcanzable, y a su vez un pecado mortal pues la muerte es el castigo para el maestro que enseñe a un profano a leerlos y para el alumno que mostrase suficiente destreza para para aprender el complejo arte de descifrarlos.
 
Sin embargo un nuevo arte ha llegado a Karuchaqana de la mano de los wayrurongo. Un arte que permite que las palabras de todas las especies y todas las lenguas queden registradas. Un arte blasfemo e impío a los ojos de los sacerdotes de la Ciudad sagrada que los más capaces de los misioneros y señores de Kovan practican con impudicia. La pluma y el papel son objetos extraños todavía pero la palabra del creador puede tocarse gracias a ellos.
 
EL DIA A DIA
La vida en la Ciudad Sagrada es dura para la mayoría y exigente incluso para los que ocupan la cúspide de la pirámide social. Todos tienen a que dedicar su jornada desde el momento que el Dios Sol se asoma por el horizonte hasta que se retira en poniente.
 
El primer rayo de sol es recibido con las armonías que desde todos los templos a Inti dedicados en Chakapuma le agradecen la luz y el calor que porta. Son los rituales del despertar. Las puertas de las ciudadelas se abren y los trabajadores, siervos  y esclavos doblan su espalda para ofrecerse a su dios, su comunidad o su amo.
 
Gastronomía
Pese a que en los platos de los señores de la Ciudad Sagrada no falta comida tampoco cometen excesos. Es cierto que son los únicos que comen carne pues a los siervos y esclavos les está vetada y solo tienen la oportunidad de probarla en celebraciones o fechas señaladas pero no es menos cierto que la dieta de unos y otros se organiza alrededor de la los platos cocinados a base de sara o apharuma.
 
El primero es un cereal cuyo grano puede ser tostado, hervido, molido y amasado. La segunda un tubérculo carnoso que puede ser asado, hervido, secado o preparado de mil formas distintas añadiendo múltiples especias y condimentos. Pese a ello la dieta es variada pues se complementa de diferentes tipos de verduras y hortalizas preparadas de diversas formas.
 
Las castas menos favorecidas toman dos comidas al día, a la novena y décimo octava hora, mientras que los esclavos suelen tener que conformarse con solo la primera de ellas. El plato principal suele ser el chuño, preparado a base de harina de apharuma deshidratada a la que se añade agua, ají y sal para después hervir la masa resultante. Todo ellos se presenta en cuencos de barro o madera cuando no en el mismo recipiente en el que se cocinó El menú se completa con preparados de chuwi muy especiados, frutos o legumbres.
 
En la mesa de los más afortunados no puede faltar la carne de karhua o paqucha, pero también de quwi o pili, todas ellas asadas o hervidas. Los ágapes dan comienzo con un surtido de frutas tras los cuales se presentaban los principales manjares sobre esteras de junco trenzados. Los comensales disponen de platos de cerámica o, si pertenecen realmente a la elite de la ciudad, de cobre, bronce o incluso oro y plata.
 
No es común mezclar el alcohol con la comida pero una vez terminada esta es habitual consumir grandes cantidades de chicha, una bebida fermentada no destilada de grano de sara cuyo color varía según la tipología del cereal empleado. La chicha de jora, de color amarillento y alto grado alcohólico es la más popular de estas bebidas  que se emplean también para usos ceremoniales.
 
Música y Danza
Entre la cacofonía que conforma el paisaje sonoro de la ciudad sagrado no es difícil encontrar el son de armonías y melodías musicales. La música y la danza tienen un papel capital tanto en la vida diaria como en la religiosa de Chakapuma.
 
Cada práctica de la vida cotidiana tiene su representación musical. Se ejecutan danzas y melodías durante las labores agrícolas para amenizar las duras jornadas de trabajo, y existen otras dedicadas a la ganadería, el trabajo artesano, la guerra, los funerales, los ritos de iniciación y obviamente para las celebraciones y el culto. Tanto la música como la danza cumplen un importante rol en la cohesión de cada comunidad.
 
Se caracteriza por ser pentatónica sin tonos intermedios, y es interpretada mediante instrumentos de viento que simbolizaban el cielo y de percusión que simbolizaban la naturaleza. No se emplean ni conocen los instrumentos de cuerda.
 
Entre los instrumentos más populares se encuentran las flautas de caña, carrizo, huesos o cerámica. Las hay pequeñas y grandes y de  número de cañas variados. Las quenas, pincullos o antaras pueden verse por toda la ciudad. Se conoce por tinya a los tambores pequeños y por huáncar a los de mayor tamaño y sonido más grave. Los cascabeles y sonajas acompañan por norma general a los danzarines añadiendo sonoridad a la composición.
 
Los intérpretes pertenecen a todas las castas y su desempeño suele estar vinculado a una representación o ambiente. Los músicos sikimira de los templos entonan las melodías en las ceremonias religiosas y las danzas que las preceden y cierran. Los errantes thamaychakay interpretan sus tonadas en los mercados y calles de la ciudad a cambio de unas monedas y los más diestros de los pallaysu confortan el corazón de sus compañeros en las horas de asueto al final de un día de duro trabajo.
 
Deportes y Pasatiempos
La vida en la Ciudad Sagrada no deja mucho tiempo para los deportes y los pasatiempos ni siquiera a los más dignos de los sacerdotes que se deben a su comunidad y culto. Con todo es habitual que las celebraciones importantes se acompañen de eventos en los que los más diestros ponen a prueba sus capacidades.
 
Muchos de estos eventos tienen un valor simbólico muy fuerte y están relacionados con hitos en la vida de la ciudad. La cosecha de la sara suele acompañarse de juegos en los que grandes hachones de paja, grandes como un sikimira, son prendidos en los campos y se hacen rodar los unos contra los otros tratando de expulsar del área de juego a la pieza de los rivales.
 
Otros juegos de pelota se realizan antes de la siembra y otros en conmemoración de momentos clave en el itinerario del Dios Sol por la bóveda celeste.
 
La lucha es, sin embargo, la gran pasión de los habitantes de la Ciudad Sagrada. Pese a que la violencia en Chakapuma está prohibida rara es la noche en la que no tienen lugar un combate. Los grandes señores abandonan al amparo de la noche sus ciudadelas y acuden a los apartados recintos de las afueras en los que siervos y esclavos se baten por una pingue recompensa en la mayoría de los casos.
 
Las apuestas son comunes y los campeones suelen recibir el patrocinio de valedores que los acomodan en sus ciudadelas y les procuran una vida más digna de la que conseguirían por otros medios. Raros son los sikimira que participan de estos combates pues ellos prefieren que sean los pallaysu o chutu waqracha los que sufran los rigores de la lucha para su divertimento. Estos se enfrentan con las manos desnudas lo que no impide que más de uno resulte gravemente herido o incluso que muera.
 
Estos encuentros secretos son tolerados por los sacerdotes de la mayoría de las ciudadelas, los más impíos de los cuales incluso acuden a ellos.

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