· Mapinguari
Los
mitos describen a los mapinguari como espíritus protectores de la naturaleza. Criaturas
bípedas de gran tamaño y fauces enormes que persiguen a aquellos que no
respetan la naturaleza.
De
fuerza descomunal y garras afiladas su cuerpo desprende un olor hediondo que
puede llegar a marear o incluso aturdir a los que se acercan a ellos.
Según
cuentan las leyendas los mapinguari morán en cuevas y madrigueras ocultas en
recodos inaccesibles de los bosques y todos los que se alejan de la civilización y se
adentran en los territorios salvajes, ya sean cazadores, leñadores o
recolectores, temen encontrarse con una de estas criaturas pues tienen por
costumbre arrastrarlos hasta sus guaridas por la fuerza y hacerlos participes
de las orgías que la comunidad organiza. Los sorprendidos por tal infausto
encuentro son retenidos y sometidos a los caprichos de los mapinguari hasta que
la lascivia de estos acaba por destruir sus mentes y sus cuerpos.
Hay
historias que recuerdan a algunos afortunados que fueron liberados tras días o
semanas de castigo en las lindes del bosque o la selva, magullados y
maltrechos. Estos desafortunados sin embargo, aunque puedan recuperarse de sus heridas jamás olvidarán el
tormento al que han sido sometidos. Sus mentes han sido doblegadas y el horror
vivido los convierte sin excepción en personajes asustadizos y cobardes.
Hay
también quien dice haber logrado escapar de tal calvario por sus medios y que,
pese a que esto es improbable, afirman haber reconocido entre el resto de
cautivos a conocidos que a lo largo del tiempo desaparecieron sin dejar rastro
para n regresar jamás. Estos, envejecidos prematuramente por el vicio o quizá
por el miedo, no son capaces de reconocer a los recién llegados. Es más, han
dejado de hablar para siempre y, envilecidos, se someten con docilidad y hasta
complacidos a las bajezas y suplicios que las orgías de sus captores demandan.
· Motelo
No hay pueblo de la
selva que no haya oído hablar del motelo, la criatura inmensa que deambula de
forma terroríficamente lenta por la espesura. Se cuneta que el motel oes tan
inmenso que sobre su caparazón ha echado raíces un pedazo de naturaleza
cubriendo todo su lomo de árboles que viajan de forma itinerante de un lugar a
otro y llevan con ellos a la fauna que los acompaña.
Algunas historias
cuentan incluso que en lo más profundo de esa pequeña selva que el motelo porta
su espalda hay una ciudad majestuosa de grandes avenidas y descomunales
pirámides habitada por una especie dotada de una sabiduría proverbial. Aunque
tal creencia se considera una blasfemia entre los hijos del dios sol hay
leyendas que afirman incluso que tal urbe y sus pobladores alcanzaron Karuchaqana
cruzando el mar de levante a lomos del motelo y que lo que en realidad porta
sobre su caparazón esta monstruosa bestia no es otra cosa que una porción del Gran
Paitití, el paraíso terrenal, el lugar donde se originó la vida.
Sea esto cierto o no en
lo que sí coinciden la mayoría de narraciones es en culpar de los movimientos
de tierra y los terremotos al motelo que con su lento y torpe caminar hace
vibrar el suelo y sus pasos retumban sobre la corteza de Karuchaqana con tal
fuerza que se perciben, con más o menos violencia, desde los rincones más
lejanos.
·
Murik
Los que se han adentrado en la oscuridad de las cavernas que
horadan los Anti tanto de Hanan como de Hurin cuentan que en no pocas ocasiones
durante sus expediciones el silencio de las profundidades se ha visto
violentado por el rumor de voces suaves provenientes de lugares en los que en
apariencia no podía encontrarse criatura alguna.
Los mineros que perforan las montañas en busca de cobre, estaño
o carbón narran encuentros similares en túneles que fueron abandonados en
tiempos remotos.
Son las voces de los murik, los habitantes de las profundidades,
criaturas esquivas y menudas que nunca
se dejan ver y huyen en cuanto uno trata de aproximarse a ellos. Hay incluso
quien asegura que estos misteriosos seres pueden volatilizarse sin más para
convertirse en nubes de vapor oscuro y desaparecer así a través de las grietas
y resquicios en la roca. Nadie acierta pues a describirlos con precisión pues
no hay quien haya logrado todavía dar caza a uno de estos escurridizos seres
aunque tampoco son muchos los que lo han intentado pues dicen los que han
pasado mucho tiempo bajo tierra que los murik son extremadamente celosos de su
intimidad y cuando uno se aproxima demasiado a aquellos rincones en los que
moran no le permiten regresar a la superficie jamás.
Por este motivo los que deben invertir
muchas horas bajo tierra se dan media vuelta y regresan por donde han venido en
cuanto perciben los primeros susurros en la oscuridad. Los cuerpos inertes que
en ocasiones aparecen en los rincones más oscuros de túneles y cavernas son una
advertencia lo suficientemente explícita como para obviarla. Estos
desafortunados suelen mostrar signos de asfixia lo que hace pensar que los murik
gustan de sorprender a sus víctimas cunado están desprevenidas, apareciendo de
improviso desde la negrura para aferrarse a sus cuellos con fuerza, clavando
sus pequeñas garras en estos y apretando con intensidad hasta que el incauto
perece por falta de aire.
· Nakaq
El nakaq está a medio
camino entre el mito y la realidad. Para muchos se trata de un espectro
siniestro y maléfico que aguarda a los viajeros en los recodos apartados de los
caminos poco transitados de montaña. Cubierto con telas pardas se acerca a
ellos de forma casual para de improviso darles muertes y vaciar sus
exoesqueletos. En las sendas que este espectro malvado frecuenta no es extraño
encontrarse con la carcasa inerte de su última víctima todavía completa pero
hueca e inanimada.
Sus largas y afiladas
zarpas le permiten practicar toda suerte de perforaciones en los exoesqueletos
más duros y succionar a través de estos los órganos y, carne y grasa del
interior.
En otros lugares sin
embargo el nakaq no cuenta con esa aura mágica y es considerado un eficiente
sicario. Un thamychakay que ha desarrollado cualidades excelentes para el
asesinato y que vacía los cuerpos de sus víctimas bien por vicio o para vender
el contenido a los brujos que lo requieren para crear sus ungüentos y pociones.
Si se trata de una u
otra cosa no se sabe a ciencia cierta pero en realidad tal cosa carece de
importancia cuando, por mala fortuna o casualidad, te encuentras frente a él.
·Qarqacha
La infidelidad a una
reina es uno de los crímenes más atroces que pueda cometer un sikimira o kumihin.
El infiel que copula con otra reina se considera un depravado de tal calaña que
no ha castigo que imponga un tormento suficiente como para considerar que ha
pagado por su falta. De hecho ni siquiera la muerte puede considerarse como
redentora cunado se comete tal fechoría. Es por este motivo que se dice que
aquellos que se han rebaja a este nivel de infamia están condenados a regresar
del inframundo para caminar de nuevo como muerto viviente. A estos pecadores
que nunca encontrarán descanso se les llama qaraqacha y sus días de penitencia
están dedicados a perseguir y castigar a sus semejantes para arrastrarlos a la
muerte y condenarlos a sufrir la misma pena que ellos.
Los puros de corazón,
los leales a sus reinas, los fieles y entregados no deberían temer de los qarqacha
pero aquellos que esconden algún tipo de sombra en su interior, algún
pensamiento impuro por irrelevante que este parezca harían bien en huir de
estas criaturas pues sus ojos sin vida pueden ver hasta en los más profundo de
cualquier ser para sacar a la luz los pecados que pueda ocultar e imponer el
castigo que corresponda.
Los qarqacha conservan
la estructura del ser que fueron en vida pero su expresión está desencajada,
sus movimientos son torpes y puesto que ya han cruzado el umbral de la muerte
no temen a nada y no sienten dolor.
· Sachamama
La
sachamama, o hachamama dependiendo de quién narre la historia, es un illawi
gigantesco y solitario, que vive en los pantanos de la selva profunda. Su
apetito es insaciable y ninguna criatura es lo suficientemente feroz como para
enfrentarse a la sachamama. Para algunas culturas pallaysu de las selvas la sachamama
es también la encarnación del espíritu de los ríos de floresta y a ella se
ofrecen sacrificios y plegarias.
Con
cada presa devorada la sachamama crece un poco más hasta que llega un momento
de su vida en que, tras varios ciclos asolando la selva, incrementa su peso de
tal manera que ya no puede apenas moverse. Busca entonces un lugar en el que
establecerse d forma permanente y con su enorme cuerpo crea un espacio abierto
en el que posar su monstruosa cabeza y esperar. Deja que la vegetación cubra sus
fauces y se mantiene inmóvil durante generaciones enteras si es necesario.
Con
el tiempo la sachamama se convierte en un elemento más del paisaje y cuando cualquier
criatura, por ignorancia o descuido, pasa cerca de sus fauces el monstruo se
lanza sobre ella de forma increíblemente veloz, atrapándolo entre sus enormes
mandíbulas hasta casi triturarlo.
Saciada
su hambre por un tiempo la sachamama retoma su largo y placido sueño hasta que
otro incauto la despierte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario