SEÑORÍOS
DE ÑAWPA
Herederos
de los primeros sikimira que arribaron a Karuchaqana la confederación de Señoríos
de Ñawpa llegó a controlar prácticamente la totalidad de Hanan. Duramente
golpeados por la Rit'ijina
y
arrinconados por la pujanza de los Hijos de la Primera Esposa del Sol a los que
se han enfrentado en varias ocasiones este pueblo antiguo vive horas de penuria
desplazado a los valles
fértiles y ricos en recursos, bañados por ríos y torrentes, que salpican la
costa de levante de
Hanan.
Los
rumores cuentan incluso que muchas de sus reinas han muerto sin haber
engendrado herederas y que la comunidad corre el riesgo de desaparecer sin nuevos individuos que la refuercen.
Los
Señoríos de Ñawpa no conforman una unidad política única sino más bien una
alianza de comunidades independientes con una base cultural común. Cada uno de
los señoríos se organiza alrededor de un centro urbano de proporciones diversas
que hace de sede de una reina y su corte formada por la nobleza y el clero.
Los
diferentes señoríos administran desde la urbe pequeños poblados ruarles que
pagan tributos en especie mediante los cuales se financia la economía de la
administración.
Las
castas dirigentes ejercen con rigor el control del resto de la población en una
estructura social fuertemente estratificada en la base de la cual están los
esclavos, principalmente pallaysu o thamaykachay, que se hacen cargo de las
tareas más pesadas y peligrosas.
La
agricultura y la pesca son la base de la economía de los Señoríos de Ñawpa. El
cultivo del sara
y la apharuma han requerido de la construcción de depósitos y canales de
regadío entre otras infraestructuras. También es común cría de la karhua y la paqucha
de las que se obtienen lana y carne.
Aunque
no emplean moneda y se limitan al truque los señoríos promueven el intercambio
tanto entre las comunidades de la alianza como con otras culturas y especies
alcanzando sus rutas desde las selvas hasta él altiplano y todas las costas de Karuchaqana
tanto en Hanan como Hurin pues sus naves, conocidas como totora, no tienen
parangón en el continente. Exportan tanto materias primas como productos
artesanales de cerámica, metal y textiles que trabajan con maestría.
Como
los Hijos de la Primera Esposa del Sol las comunidades de los Señoríos de Ñawpa
rinden culto a Inti, el dios Sol, si bien las interpretaciones que del Mito de
Inti se veneran difieren bastante de la de aquellos.
El
principal credo, asumido por la mayoría de los señoríos, adora por igual a una
triada de dioses compuesta por Pachakamaq el creador, Inti el benefactor y Vichama
el vengador. Se conoce a estos dioses como los tres soles y coronan un panteón
mucho más amplio poblado por otros menores de corte animista.
La
influencia de los predicadores wayrurongo ha causado además que algunas
comunidades menores abandonen el culto
de los Tres Soles y abracen el culto de la Promesa. Aunque el resto de señoríos
observan con recelo a los que han asumido el culto importado por los wayrurongo
este se tolera de forma distante.
El
comercio ha convertido a la población de los Señoríos de Ñawpa en tolerante en
lo que se refiere al resto de culturas sikimira e incluso al resto de especies.
Pese a ello, aunque puedan ser tolerados, los extranjeros no son siempre bien
recibidos. Los sikimira de los señoríos tienen un elevado concepto de ellos
mismos, en especial las castas dominantes, y consideran al resto de especies
como poco menos que salvajes.
Los
Señoríos de Ñawpa se han enfrentado en diversas ocasiones durante las últimas
estaciones con los Hijos de la Primera Esposa del Sol y ven con temor su
pujanza que pone en riesgo su propia existencia. Por ello las relaciones con
ellos son tensas y poco amistosas.
SIAN,
LA CASA DE LA LUNA
Sian,
la Casa de la Luna, es el nombre con el que se conoce a la gran urbe desde la
que se administran los territorios de esta comunidad sikimira en alza. Los
herederos de la luna llegaron a Karuchaqana en uno de los últimos éxodos
conocidos y ocuparon la zona costera próxima al Quchanchik. Con el paso de
las estaciones y los ciclos los herederos de la luna han ampliado su área de
influencia sometiendo a otras culturas sikimira y, aunque su poder no se puede
comparar al de los Hijos de la Primera Esposa del Sol, se han convertido en una
de las mayores comunidades de Hanan.
Los
herederos de la luna gestionan su comunidad a través de una red de centros
urbanos rurales que se encargan de recaudar y remitir a Sian los tributos
obtenidos en su área de influencia.
El
estado se administra desde la capital que ostenta el monopolio de la gestión de
los tributos, el almacenamiento, redistribución y consumo de bienes y
productos.
La
sociedad está fuertemente estratificada en castas la más amplia de las cuales
se dedica a la pesca, agricultura, artesanía y comercio mientras las superiores
se encargan de la administración política y religiosa. Al contrario que en
otras culturas sikimira los herederos de la luna no tienen una única reina si
no un grupo de ellas sin poder político real. Es el clero el que rige los
designios de la comunidad mientras cuida de las reinas como si de un bien más
de esta se tratara.
En
los territorios bajo la tutela de Sian, al igual que en el resto de a Karuchaqana,
el cultivo principal es el del sara y la apharuma Como el resto de culturas sikimira los
herederos de la luna han perfeccionado las técnicas agrícolas necesarias y han
invertido en la construcción de infraestructuras muy necesarias en esta zona
costera semidesértica. La cría de la karhua y la paqucha son igualmente
representativas como lo es la pesca en el Quchanchik.
Los
herederos de la luna pagan tributos en especie que se envían a Sian. En la
capital, además de la corte y la administración, viven miles de artesanos que
transforman las materias primas que se remiten como tributos en productos
elaborados. A los artesanos se les prohíbe cambiar de
profesión, y se agrupan en la ciudadela de acuerdo a su área de
especialización.
Los productos elaborados se distribuyen de nuevo
por el territorio o se exportan en caravanas para intercambiarlos por nuevas
materias primas. Los herederos de la luna han creado un sistema monetario
sencillo que usa como base unas pequeñas piezas rectangulares de cobre. Estas
son las únicas monedas que se conocen en Karuchaqana.
Al
igual que el resto de culturas sikimira los herederos de la luna han construido
un credo alrededor de una interpretación particular del Mito de Inti. Los
herederos de la luna sin embargo consideran a Inti un dios destructor e iracundo y dedican su culto principal a su
hermana Khilla, la luna. La luna es la protectora que los salvó de la ira de Inti,
les ofrece luz cuando esté les evita, marca el ritmo del tiempo, alborota el
mar y crea las tempestades.
Junto
a Khilla e Inti, los herederos de la luna rinden culto a otros dioses menores
vinculados al mar, la tierra o las estrellas.
Algunos
de los pueblos sometidos al control de la Casa de la Luna conservan su credo
propio aunque no se permite colocar a Khilla en un lugar inferior al de ninguna
otra deidad. Los
predicadores wayrurongo no han tenido mucho éxito entre los herederos de la
luna pero lo cierto es que algunos individuos si han asumido el culto de la
Promesa compatibilizándolo con el propio.
La
Casa de la Luna mantiene una actitud abierta hacía el resto de sikimira pero
trata a las demás especies como seres inferiores. Incluso los wayrurongo son
tratados con desdén.
De
todas formas un heredero de la luna no desperdicia un buen trato por muy
inferior o despreciable que sea el ofertante.
Las
élites de la Sian no ven con buenos ojos la expansión del imperio de los Hijos
de la Primera Esposa del Sol y se muestran suspicaces ante su pujanza.
OTRAS
CULTURAS SIKIMIRA
Muchas
otras comunidades sikimira habitan Karuchaqana, algunas desde antes incluso de que
los tres grandes imperios hubieran nacido. Las civilizaciones han florecido y muerto
durante ciclos, muchas veces coincidiendo con la llegada de la Rit'ijina. Algunas desaparecen para siempre mientras que
otras sobreviven arrinconadas en algún lugar de Hanan esperando su oportunidad
para resurgir. A la vez nuevas comunidades nacen en otros lugares cada vez que
una reina se establece y rompe los lazos con su madre. Estas comunidades
menores agrupan a veces solo a unos cientos de individuos pero las hay que
controlan a miles. Su nivel de desarrollo es normalmente inferior a las tres
grandes casas lo que supone unas estructuras sociales más sencillas y unas
posibilidades económicas y militares menores.
Estas
comunidades se reparten por los valles, bosques y selvas tanto de la costa como
de la cordillera y el altiplano y no
pocas veces su existencia se ve amenazada por la expansión de los grandes
imperios.
Las
comunidades menores suelen disponer de una estructura social muy sencilla con
una casta dominante pequeña conformada por la reina y su sequito y una base que
se dedica a las tareas productivas.
Las
sociedades se rigen por normas por lo general poco complejas y suelen actuar en
pro de un bien común. La
agricultura, la pesca y la ganadería forman la bese de las culturas menores que
no conocen o apenas practican el comercio. Suelen ser autosuficientes y la
calidad de sus trabajos artesanos bastante pobre.
La
mayoría de las sociedades practican cultos que tienen su origen en el Mito de
Inti con interpretaciones variadas del mismo. Algunas, influenciadas por los
misioneros wayrurongo han asumido el culto de la Promesa.
Las
pequeñas comunidades sikimira suelen ser endogámicas y poco dispuestas al trato
con los foráneos a los que temen pues suelen ser portadores de malas noticias.
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