El kondur es reconocido como una de las criaturas
voladoras más grandes de Karuchaqana. Los adultos llegan a medir hasta una vara
altura, y entre vara y media y dos varas de envergadura, pudiendo pesar hasta
un runcus. Poseen una cabeza
relativamente pequeña, de color generalmente rojizo, sus mandíbulas disponen de
un borde muy cortante y terminado en gancho. Las alas son largas y anchas, y
las patas poseen garras cortas y poco curvas,
adaptadas para la sujeción de la carroña. Alcanzan la madurez sexual
aproximadamente a los 8 años. El cuerpo tiene un color negro-azabache y una
ancha banda blanca resalta en el dorso de las alas y un nítido collar blanco no
completamente cerrado al frente, protege el cuello.
Es también una de las criaturas que vuela a mayores
alturas, utilizando las corrientes térmicas ascendentes verticales de aire
cálido pueden alcanzar con relativa facilidad las cimas más altas de los Anti y
planear grandes distancias.
Se alimenta de carroña
principalmente. Una vez localizada esta, los kondur no descienden a
comer de manera inmediata sino que se limitan a volar sobre la misma o se posan
en algún lugar desde donde ésta se vea claramente. Pueden pasar uno o dos días
hasta que finalmente se acercan a la presa. Comienzan alimentándose en los puntos más accesibles o
blandos de los cadáveres y con sus fuertes
y cortantes picos desgarran los tejidos y abren los exoesqueletos, lo que
facilita el aprovechamiento de la pieza por parte de carroñeros de menor
envergadura. Un cóndor puede ingerir un cuarto de runcus de carne en un día y
asimismo puede ayunar hasta cinco semanas.
Algunas de las culturas más antiguas de Karuchaqana,
entre las que se encuentran muchos señoríos sikimira, consideran a los kondur
como criaturas inmortales. Según cuenta el mito, cuando la criatura siente que
comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más
alto y saliente de las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja
caer a pique contra el fondo de las quebradas, donde termina su reinado. Esta
muerte es simbólica, ya que con este acto el kondur vuelve al nido, a las
montañas, desde donde renace hacia un nuevo ciclo, una nueva vida.
El kondur simboliza para estas culturas la fuerza,
la inteligencia y el enaltecimiento o exaltación. Es un animal respetado por
todos aquellos que viven en los Anti, tanto de Hanan como de Hurin, que lo
consideran portador de buenos y malos presagios.
Para algunas de las culturas más primitivas el kondur es el responsable de que el sol salga cada
mañana, pues con su energía es capaz de tomar el astro y elevarlo sobre las
montañas iniciando el ciclo vital. Esta leyenda es obviamente considerada
altamente blasfema por los pueblos que se consideran hijos de Inti, el dios sol.
· Wamanpallpa
Esta pequeña criatura
voladora de menos de un tercio de vara de alto otea desde las alturas en busca
de pequeñas presas que llevarse a la boca. Sus pequeñas garras están bien
afiladas y su mandíbula en forma de gancho le permite aprovechar las zonas
blandas entre las placas de los exoesqueletos para abrirlos y acceder a la
carne que protegen.
Los wamanpallpa son
criaturas respetadas por muchas culturas. Su vuelo distinguido y ágil y su
figura esbelta le confiere una imagen noble y digna de adoración.
· Saimiri
Estas pequeñas criaturas arbóreas de apariencia esbelta son una visión
común en las selvas de Karuchaqana. Su cuerpo, gris en su mayor parte pero con
el vientre blanco amarillento, se desplaza de forma grácil de una rama a otra,
brincando con destreza y empleando sus seis extremidades para asirse con
seguridad. Luce un antifaz blanquinoso alrededor de los ojos y su hocico es
negro al igual que las pequeñas antenas.
En tierra suele caminar sobre las seis extremidades aunque puede erguirse
como si de un bípedo se tratará cuando lo desea para manipular frutas u otros
objetos. Erguidos raramente superan el tercio de vara de alto y su peso ronda
la décima parte de un runcus en el mejor de los casos. Con todo raramente
desciende hasta tierra y prefiere la seguridad de las copas en las que se abastece
de las hojas y las frutas de las que se alimenta.
Los saimiri viven en grupos de entre veinticinco y cuarenta miembros,
extremadamente ruidosos. Aunque son criaturas cobardes y huyen ante la más
mínima amenaza también resultan muy curiosos y pueden seguir a los viajeros
durante horas y tomarse ciertas libertades con ellos hasta el punto de resultar
irreverentes y molestos si se les permite.
· Illawi
El
illawi es un miriápodo de color verde oscuro, con marcas ovales de color negro
y ocre en los flancos. El vientre es más claro, y en las secciones finales de
su alargado cuerpo muestra diseños en amarillo y negro que son únicos para cada
ejemplar.
La cabeza es
estrecha, y no presenta un cuello marcado. El cuerpo es ancho y musculoso,
adaptado a la forma de caza de la criatura, que mata a sus presas por
constricción.
El Illawi es
probablemente le mayor miriápodo de Karuchaqana y con mucho el más pesado
alcanzando una longitud promedio de entre dos varas y media y hasta cinco varas
y llegando a pesar diez runcus o más.
Habita en las selvas
espesas de todo el continente y se siente a gusto tanto en los árboles como en
el agua; aunque prefiere los estanques de aguas quietas a las corrientes
rápidas. Pasa la mayor parte del tiempo sumergido, acechando a su presa; y su
poderosa musculatura la hace un rápido nadador.
Caza por lo general
animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose
a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y asfixiarlos. El ataque es
extremadamente rápido, en algo más de 10 segundos ya han sometido a su presa.
Se enroscan a ella formando anillos con su cuerpo pero, por lo general, no es
la fuerza de la constricción lo que mata, sino la imposibilidad de la victima
de respirar debido a la inmensa fuerza con
que el illawi la oprime.
En ocasiones se
aventura a cazar en tierra descolgándose desde las ramas para sorprender a sus
presas.
El illawi no tritura
sus presas, su mandíbula se desencaja, permitiéndole tragar la presa entera. La
digestión de una presa grande puede llevar varias semanas, durante las cuales
la criatura se encuentra casi inactiva y dormita en una rama o junto al agua.
Es capaz de comer
animales de gran tamaño e incluso se conocen casos de ataques a sintientes y
entre sus víctimas podemos encontrar tanto a sikimira como kumihin o pallaysu.
Los illawi adultos no
conocen otro depredador que el unqa aunque este raras veces se arriesga a atacar
a un enemigo tan formidable.
·Qaraywa
Puede
llegar a alcanzar las cinco varas de largo aunque lo habitual es que no supere
las tres y que pese alrededor de veinticinco runcus como máximo.
Presenta
una mandíbula poderosa y la sección posterior de su cuerpo es larga y fuerte lo
que le permite impulsarse en el agua y nadar a altas velocidades.
Su
exoesqueleto es negro o en ocasiones de color verde oscuro y extremadamente
duro por lo que entre los locales tiene reputación de indestructible. Solo su
vientre es realmente vulnerable pero el qaraywa lo mantiene siempre oculto
conservando un perfil bajo cunado está en tierra firme.
Se
alimenta de otras criaturas acuáticas menores aunque ocasionalmente puede
atacar a presas de mayor tamaño que se aproximen a la corriente en la que caza
lo que incluye a aventureros incautos o poco precavidos. Se trata de una criatura de hábitos principalmente
nocturnos que se agazapa entre las hojas y ramas caídas para esperar a sus
presas. Cuando estas se aproximan se lanzan sobre ella de forma abrupta
atrapándola entre sus mandíbulas con la intención de arrastrarlas bajo el agua
para que mueran por asfixia.
Pese
a que es muy torpe fuera del medio acuático necesita abandonarlo para comer y
siempre transporta a su victimas hasta la orilla para dar cuenta de ellas allí
mismo.
· Paña
En los cuerpos de agua dulce de Hanan y Hurin, especialmente aquellos
que se encuentran en las zonas selváticas, pueden encontrarse de forma
ocasional bancos de pañas. Estas pequeñas criaturas, que no suele superar la
capa de largo, son ávidos carnívoros que acuden en grupo atraídas por el olor
de la sangre o el chapoteo de una posible presa.
Pese a su reducido tamaño su voracidad y agresivo comportamiento hace de
ellas una amenaza a tener en cuenta. Las pañas disponen de afiladas mandíbulas
masticadoras y arrancan pedazos de su presa con cada mordisco.
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