LOS
WAYRURONGO
La ruta de poniente había permanecido cerrada
durante incontables ciclos. Tanto hacía que una nave no cruzaba el gran mar que
muchos habían olvidado a los wayrurongo cuyo fugaz paso por Karuchaqana estuvo
marcado por la guerra y la muerte. Los rastros de la civilización que un día
construyeron han sido devorados por la naturaleza y hasta los más sabios de los
sacerdotes sikimira creían que su estirpe se había perdido para siempre.
Pero los wayrurongo han regresado. La ruta está
abierta de nuevo y aunque completar el viaje de ida y vuelta puede ser la
empresa de una vida las recompensas que la empresa ofrece parecen ser lo
suficiente para que haya quien decida asumir el riesgo.
KOVAN
El
hogar presente de los wayrurongo es un misterio para los habitantes de Karuchaqana.
Su mera existencia era desconocida hasta hace tres estaciones cuando tras la
última Rit'ijina
las primeras naves arribaron a las costas occidentales de Hanan y tardaron poco
en tocar tierra en la ciudad sagrada de Chakapuma.
Los
recién llegados hablan maravillas de su tierra. Grandes reinas gobiernan
extensiones enormes de territorio verde y fértil y los imperios abarcan
continentes enteros. Los cierto es que Kovan está en decadencia. La otrora
luminosa civilización wayrurongo ha sido golpeada por la enfermedad y la
muerte. Las reinas guerrean por cada palmo de suelo productivo que queda y sus
comunidades se reducen cada vez más. Nadie conoce a ciencia cierta el origen de
la epidemia que golpea las cosechas y contamina a la población. Las historias de los navegantes suelen evocar
los tiempos pasados de esplendor que llevaron a los wayrurongo a dominar el
acero y la pólvora, a construir grandes naves y hacerse a la mar persiguiendo
al sol en su viaje por la bóveda celeste. Ahora todo eso se está perdiendo. Las
ciudades se han cerrado, en ocasiones para evitar que la peste penetre en ellas
y otras tantas para impedir que las abandone y se extienda. Centenares, si no
miles, de reinas han muerto y con ellas centenares de miles de wayrurongo,
humildes y poderosos por igual.
La
corrupción ha reforzado el culto de la Promesa. Nacido hace miles de ciclos su
fuerza ha ido creciendo a medida que las comunidades se veían expuestas a más
sufrimiento y dolor. Tal ha sido su auge que ha desplazado a todas las demás
creencias y ha sido abrazada por todos los estratos de la sociedad.
La
palabra de la Promesa se ha impuesto en Kovan de forma aplastante y la voluntad
de sus profetas se obedece ciegamente hasta el punto que los que hablan la voz
de la Promesa se han arrogado la potestad de gobernar incluso por encima de las
reinas que fueron y son las madres de la cultura.
La
Promesa viaja además sobre las naves wayrurongo y empieza a extender sus brazos
más allá de Kovan ofreciendo a los que sufren la esperanza de una vida mejor y
la salvación eterna.
EL
POLVO DE SISA
La
sisa es una flor que
crece en pequeños grupos en las praderas y roquedos de altura de las
cordilleras. No tiene más de una capa de
altura, con hojas carnosas y cubiertas de una fina pelusa. Es de color blanco y
tonalidades verdosa o amarillenta.
Al
machacar la flor previamente secada al sol se obtiene un polvo ocre brillante
que los habitantes de Karuchaqana emplean en rituales y ofrendas. Al
incinerarse expele un aroma intenso y amargo que acompaña al visitante en
muchos lugares de culto. Además su ingesta en cantidades relativamente grandes
provoca espasmos y tiene un fuerte efecto alucinógeno por lo que se emplea para
inducir el trance tanto en rituales chamánicos como en ceremonias religiosas.
En
los altos de las Anti de Hanan y Hurin la flor de sisa es relativamente común y
aunque apreciada no se tiene en gran valía. Crece de forma silvestre y es
recolectada exclusivamente por los brujos, chamanes o el clero que la emplean
como antes se ha descrito. En Kovan sin embargo se ha convertido en el valor de
referencia. La ingesta de infusiones de polvo de sisa se ha convertido en el
único remedio y protección contra la peste que azota el continente. Es por esta
razón que los wayrurongo recién llegados a Karuchaqana hacen acopio de este
preciado recurso con la intención de regresar a su hogar donde harán uso de
este con fines más o menos altruistas dependiendo del individuo. Alrededor de
estos ha aparecido pues una nueva economía. Puesto que la sisa solo crece en
las praderas de los altos no es fácil de encontrar en Chakapuma y los wayrurongo
tienen difícil acceder a ella pues su territorio de origen está copado por las
culturas sikimira más belicosas. Aquellas cantidades que llegan a la ciudad
alcanzan precios exorbitantes y el Willaq uma ha
instruido a sus penitentes para que requisen cada pokcha que arribe de forma
que el Hatum Qhapana
controla los precios y se enriquece con ello, además de asegurarse un
suministro suficiente para sus propias necesidades.
El
polvo de sisa sin embargo se cobra también su precio a cambio de la protección
contra la peste pues es altamente adictivo y su consumo regular provoca una
dependencia total del mismo. Es por esto que la sustancia se ha convertido a la
vez en cura y maldición. Repudiada por los que hablan la voz de la Promesa, que
lo consideran un medio para evadir la penitencia exigida por el creador, su
sola posesión en aquellas tierras bajo su tutela puede suponer la muerte. Esto
no impide sin embargo que la casta superior del clero la consuma de forma
secreta transgrediendo las leyes que ellos mismos imponen al resto de
creyentes.
MISIONEROS
La
Promesa es más fuerte que cualquier arma. La vida eterna será para los que adoren
al creador, para los que hacen de su vida en Entom una demostración de amor a
Dios todopoderoso y no hay cualquier esfuerzo por hacer que las palabras de
este lleguen a todos los rincones del mundo es poco pues todas las almas deben tener
la oportunidad de redimirse y alcanzar el paraíso.
Los
que hablan la voz de la Promesa lo hacen de corazón aunque no falta el espíritu
oscuro que trata de conseguir rédito de su misión.
Apenas
son unas docenas todavía pero no hay nave wayrurongo de las que arriban a la
ciudad sagrada de Chakapuma que no desembarque entre su pasaje a un nuevo
misionero. Desde el templo viajan a Hurin y Hanan dando a conocer la Promesa.
Se establecen en las comunidades y ofrecen su trabajo pidiendo a cambio tan
solo ser escuchados. Su discurso ha atraído ya a muchos, especialmente entre
los oprimidos pero también les ha colocado en el punto de mira de los
sacerdotes sikimira para los cuales los misioneros son portadores de la herejía
y la insidia.
El
templo pervive gracias al trabajo de los fieles y a los recursos que de Kovan arriban.
Se ha incendiado ya tres veces y otras tantas veces se ha vuelto a levantar. Y
se levantará tantas veces como haga falta pues el poder de la Promesa no conoce
límites.
El
creador no tolera los que hacen sufrir a sus hijos aunque en ocasiones es
necesario recurrir a medios extraordinarios para expiar el pecado. Es por eso
que los que portan la voz de la Promesa rechazan la violencia pero la secundan
cuando se ejerce en nombre del creador y por el bien de la comunidad.
PIONEROS
No
todos los wayrurongo que han cruzado el océano lo han hecho con la intención de
hacer llegar la Promesa hasta todos los confines de Entom. En realidad la
llegada de los misioneros a Karuchaqana no hubiera sido posible sin el espíritu
aventurero y la ambición de los que han fletado sus naves y se han hecho a la
mar arriesgando sus vidas en una empresa cuyo éxito es cuanto menos incierto.
Los
pioneros wayrurongo han abandonado el
decadente y enfermizo Kovan en muchos casos financiados por sus reinas o
señores que buscan allende los mares la cura milagrosa que ponga fin a la
epidemia que asola sus tierras. La mayoría no tienen intención de permanecer
más de lo necesario en estas latitudes y su objetivo no es otro que el de
regresar a casa portando con ellos la
esperanza de una pronta recuperación del esplendor perdido.
El
polvo de sisa se ha convertido en su mayor obsesión pero no es la única. Los
exploradores buscan también las raíces de su pueblo, los motivos que pueden
haberles llevado a ese estadio de fatalidad y sufrimiento y una cura, tanto
física como emocional que les permita recuperarse. Muchos nunca van más allá de
Chakapuma o el resto de ciudades costeras. Cargan sus naves con lo que pueden
conseguir en los mercados locales y zarpan de nuevo de regreso a Kovan. Pero
también hay quien se aventura en el interior de Hanan o Hurin o incluso quien
planea navegar más allá hasta el lugar en el que nace el sol.
Cada
expedición dispone de sus propios recursos y debe administrarlos de forma sabía
si quiere poder regresar. Los Pioneros no disponen de más financiación que los
bienes que su nave trajo desde su hogar.
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