LOS
CHUTU WAQRACHA
Los
chutu waqracha pueden trazar su estirpe muchas generaciones atrás, recitando de
memoria los nombres de su padre, el padre de este y el de aquel en una
interminable serie de nombres y títulos que parece no tener fin. Algunos
aseguran incluso poder retroceder hasta aquel de sus antepasados que dejó en
los días jóvenes el Gran Paitití para hacerse a la mar y asentarse en la Chakapwasiwatana,
las islas que sostenían el gran puente que sobre el océano conectaba el paraíso
con Karuchaqana. Sea cierto es tono no lo que es indiscutible es que los chutu
waqracha hicieron de estas islas su hogar hace tanto tiempo que ya no se pueden
entender esta sin su presencia.
LA
PLAGA
Los
recién llegados encontraron un mundo virgen y seguro. En cada una de las islas
se asentó un ariki, uno de los grandes líderes que según la tradición había
guiado a una comunidad directamente desde el Gran Paitití a través del océano,
y este dividió su porción de mundo entre los clanes que le eran fieles
otorgándoles un territorio.
Las
sociedades chutu waqracha estaban fuertemente estratificadas y se asentaron en
el interior junto a las áreas de cultivo. En el litoral establecieron centros
de religiosos y ceremoniales en la que
rendían culto a los antepasados que se hicieron dignos de ello levantando
gigantescas esculturas de piedra en su nombre y altares de mampostería.
En
las islas de mayor tamaño, que son también las más alejadas de Karuchaqana
todavía sobreviven estas costumbres pero en las menores la población creció sin
freno y los bosques fueron talados para aumentar el área de cultivo, producir
leña, madera para las canoas y utensilios hasta el punto de hacer desaparecer
hasta el último de los árboles, la tierra a la que no se podía dar descanso
produjo cosechas cada vez más pequeñas, los animales se cazaron hasta
extinguirlos y el hambre y la carestía golpeó a los isleños incluso en las
estaciones de supuesta abundancia haciendo colapsar su sociedad.
Los
habitantes de estas islas se enzarzaron en una serie de guerras civiles y
finalmente pusieron sus ojos en occidente tal y como hicieron sus antepasados y
navegaron hasta Hanan y Hurin para tomar allí lo que no podían conseguir en su
hogar. Es a estos chutu waqracha a los que en el continente se les conoce como
la plaga. Los barbaros y salvajes que asolan la costa oriental, robando,
saqueando y matando sin piedad ni mesura.
HANAU
MOMOKO
Aquellas
de las Chakapwasiwatana más próximas a Karuchaqana son también las más pequeñas
y las que más han sufrido la sobrepoblación. Son los chutu waqracha de estas
islas, conocidos como los Hanau Momoko, los que han puesto sus ojos en las
poblaciones ribereñas de Hanan y Hurin.
En
su retiro insular mantienen una existencia no muy distinta a la de sus
antepasados a los que tanto veneran. Cultivan la apharuma y otros tubérculos, crían quwis y pilis,
pescan y comercian con las islas vecinas. Pero su supervivencia no sería
posible sin las expediciones a Karuchaqana que cada chutu waqracha, varón o
hembra, debe realizar dos veces en su vida. Puesto que tienen poco que ofrecer
hace tiempo que decidieron tomar por la fuerza aquello que necesitan sin
respetar ni a propios ni a extraños.
Los
grandes catamaranes viajan hasta el continente en busca de grano y madera,
animales, tejidos y otras materias primas. No buscan oro ni piedras preciosas.
No son riquezas lo que desean atesorar ni lo que motiva sus incursiones, es la
necesidad básica de la subsistencia de su comunidad. La aparición de sus velas
en el horizonte es suficiente para atemorizar a cualquier habitante de Hanan o Hurin
y sus grandes cuerpos decorados con pinturas de guerra son temidos a lo largo
de toda la costa.
Sus
sociedades se han adelgazado durante este tiempo, muchos de los antiguos
caciques han caído e incluso en algún caso el culto a los antepasados ha sido
dejado de lado y sustituido por otros nuevos dedicados al mar y la guerra.
Ningún wayrurongo ha navegado tan al este como para ver las Chakapwasiwatana
por lo que la palabra de la Promesa no ha llegado hasta ellos. Si hay sin embargo Hanau Monoko que han pasado parte de
su vida sirviendo a señores sikimira como mercenarios o esclavos en el
continente y que al regresar han traído con ellos la historia de Inti y la han
integrado a su cultura local.
HANAU
EEPE
Los
chutu waqracha que habitan las que se cree son las porciones de tierra más
próximas a lo que en su día fuera el paraíso de Inti conservan la cultura de
los primeros colonos. Se les conoce como los Hanau Eepe y sus islas han
resultado lo suficientemente grandes y ricas como para que la presencia de estas civilizaciones no las
hiciera colapsar.
Los
Hanau Eepe han construido una sociedad aristocrática. La población se
divide en grandes tribus independientes entre sí, cuyos antepasados respectivos
son los míticos navegantes de la gran migración oceánica. Cada tribu, que
llevaban el nombre de una de las canoas de la flota primigenia (arawa, aotea, matatua, tainu…) se
divide a su vez en tribus secundarias conocidas como hapu. Si bien en sus inicios basaron su economía en la caza y
recolección han evolucionado hasta formar una sociedad agrícola con
distintos poblados fortificados independientes entre sí.
Cada tribu está
liderada por un ariki, descendiente de una larga lista de nobles antepasados,
cuya importancia y prestigio dependen de
la antigüedad de su árbol genealógico.
Tras los ariki los segundos en poder son los
sacerdotes tohunga, cuyo rol como guías espirituales los convierte en
individuos de gran influencia. Les corresponde prever los destinos de la tribu,
alejar los malos espíritus, defender de los sortilegios, purificar a los nuevos
nacidos, ocuparse de las honras fúnebres, además de ejercer de astrólogos,
botánicos, poetas, historiadores y preceptores de los jóvenes jefes.
Los guerreros ocupan
el eslabón siguiente y tras ellos se encuentran el grueso de la población. A
pesar de esta estructuración tan precisa de poderes y deberes, la autoridad de
los jefes no es absoluta. Son consultados sobre todos los temas relevantes que
afectan a la tribu pero sus decisiones no son necesariamente observadas. Sólo
si posee una fuerte personalidad, y si está apoyado por la influencia mística
del tohunga, un jefe logra disponer un poder efectivo y real.
La proximidad de los Hanau
Momoko ha convertido a los Hanau Eepe en guerreros en alerta constante pues
ellos son también objeto de incursiones y ataques que en ocasiones pueden tener
como objeto no solo capturar bienes si no también individuos de un sexo u otro
cuando el número de estos no es suficiente para la subsistencia de una
comunidad Momoko.
Los Hanau Eepe apenas han
tenido contacto con otras especies desde los días de júbilo. Para muchos la
mera existencia de Karuchaqana es una fantasía y un cuento para infantes. El
tiempo para estos chutu waqracha se detuvo hace ciclos y si bien sufren la
furia de la Rit'ijina de la misma forma que el resto de los habitantes de Entom
se diría que en cierta forma viven en un mundo totalmente distinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario