Historias del Concilio pretende dejar testimonio de casi treinta años de dados y rol.

En 1991 compré mi primer juego de rol. Fue El Señor de los Anillos, el juego de rol de la Tierra Media, traducido, publicado y distribuido en septiembre de 1989 por la editorial barcelonesa Joc Internacional. Era un libro de “tapa dura” con una ilustración de Angus McBride en la portada. Desde entonces y hasta hoy han pasado por mis manos literalmente docenas de manuales y entre mis amigos y yo hemos hecho rodar, literalmente, decenas de miles de dados de múltiples caras.

En 2011 hizo veinte años de nuestra primera partida y, puesto que ahora apenas si tenemos la oportunidad de quedar un par de veces al año, decidí embarcarme en el proyecto de rescatar algunas de las historias que durante este tiempo he compartido con ellos para, tras darles un formato digno, compartirlas con quien quiera leerlas. Me he propuesto publicar una aventura o módulo cada trimestre alternándolos con otras entradas sobre mi pasado, y escaso presente, como jugador y director de juego. Algunos de los módulos serán algo viejunos. Los hay bastante elaborados y otros muy sencillos. Más largos y completos o meras escenas, casi eventos para una partida rápida. Si alguien se reconoce en una de estas historias, gracias por haberlas jugado conmigo y bienvenido.

10 junio 2014

Hijos del Dios Sol - Pobladores de Karuchaqana - Parte I.

Karuchaqana está poblado por una infinidad de especies sintientes diferentes. En las publicaciones que seguirán se describen las principales de estas especies, sus rasgos físicos, su nivel tecnologico, sus estructuras sociales y las relaciones entre ellas. Se trata sin embargo de un resumen eaquemático que ampliaré más adelante con información adicional.

Como siempre cualquier aportación, sugerencia o idea será eternamente agradecida. Hijos del Dios Sol es un proyecto inacavado y estas publicaciones no buscan otra cosa que exponerlo al público para obtener cuanto más feedback mejor.  

SIKIMIRA
Los sikimira son la especie dominante de Karuchaqana. Dedicados y constantes han formado sociedades muy organizadas en las que la lealtad y fidelidad fraternal son los valores principales.
 
Arquitectos de la civilización, son una raza orgullosa  que considera que ninguna otra tiene parangón en su conocimiento. Ninguna otra raza puede construir un imperio. Ninguna otra raza puede controlar la naturaleza a su antojo. Ninguna otra raza es tan digna heredera de la llama de la vida como los sikimira.
 
Descripción.
Los sikimira son bípedos, con cuatro extremidades anteriores acabadas en tres dedos articulados, De corta estatura, raramente superan la vara y cuarto de pies a cabeza, y constitución delgada son sin embargo robustos y resistentes. Algunos individuos de las castas guerreras sin embargo pueden superar a sus semejantes en tamaño hasta casi doblarlos. La mayoría de los individuos son asexuados quedando la responsabilidad de la procreación limitada a la reina y su harén de machos.
 
Existe una variación cromática importante desde verdes oscuros  a morrones rojizos además de negros o incluso amarillos. La cabeza es grande y bien formada, con dos ojos múltiples tres simples además de antenas cortas.
 
Las castas comunes visten ponchos de lana de karhua y algodón sobre un taparrabos de algodón u otro tejido. Son comunes los accesorios de hueso, espinas, madera o, para las castas superiores de cobre, plata u oro. Suelen ir descalzos o emplear sandalias fabricadas con fibras vegetales.
 
Son los constructores de las más grandes de las naciones de Karuchaqana y los dominios de estas cubren grandes extensiones de Hanan. Sin embargo no todos los pueblos sikimira se han unido a los grandes imperios o han sido doblegados por estos. Docenas de culturas, señoríos, cacicazgos y familias independientes pueblan desde las llanuras del altiplano a las faldas de Anti, los valles áridos de levantes junto a la costa y los más fértiles que se entregan al norte y sur del mar interior. No todos estos pueblos han alcanzado el mismo nivel de desarrollo pero la mayoría han abandonado el estado salvaje.
 
Sea cual sea el nivel de desarrollo la mayoría de las culturas sikimira están fuertemente estratificadas y la diferencia entre castas es evidente. El destino imprime en cada individuo una posición social desde su nacimiento que no abandonará jamás hasta el día en que le llegue la hora de abandonar Entom. Las castas son totalmente estancas y cada sikimira sabe desde su infancia que vida le espera y para tal se le prepara.
 
Los sikimira son además los dueños de Chakapuma, la Ciudad Sagrada. Los sacerdotes sikimira controlan los principales templos y arrastran con ellos un sequito de ayudantes y siervos, artesanos y comerciantes que los sustentan. Pese a que las reinas no tienen permitido acceder a la Ciudad Sagrada, casi a diario llegan nuevos sikimira de todas las regiones de Karuchaqana enviados por sus señores para cumplimentar a los dioses con su trabajo. Se trata de ofrendas vivientes cuya dedicación y entrega en pos de la gloria y riqueza de Chakapuma revertirá sin duda en sus comunidades de origen que quedarán bendecidas por los dioses agradecidos. Los sikimira desprecian al resto de sintientes y los consideran inferiores pues ellos son los únicos hijos verdaderos del Dios Sol. Muchas culturas practican el esclavismo tomando preferentemente a pallaysu o thamaykachay como sirvientes y mano de obra sometida aunque no faltan casos en los que los sikimira de señoríos sometidos se conviertan igualmente en esclavos. Introvertidos y distantes para con el resto de especies estas muestran para con ellos un desprecio similar si bien la mayoría de las veces    este  se  mezcla  a   partes    iguales   con    la admiración y el respeto pues los logros de los sikimira son incontestables y su ira debe ser temida.
 
PALLAYSU
Los pallaysu viven a la sombra de los sikimira. Indolentes e intelectualmente limitados malviven en una suerte de esclavitud bajo el yugo de sus amos que hacen buen uso de su vigor y fuerza ofreciéndoles a cambio una existencia penosa que parecen aceptar con resignación y sin protestas.
 
Algunos grupos conservan su independencia y libertad en las profundidades de la selva donde han formado comunidades sencillas que subsisten aprovechando lo que la naturaleza les ofrece apartadas de la civilización. Son los salvajes, los sach’aruna, los hijos de la tierra y los árboles, de los ríos y el mar.
 
Descripción.
De constitución fuerte y muy resistentes los pallaysu suelen superar la vara y media de estatura. De colores oscuros o marrones rojizos disponen de cuatro alas pequeñas y retractiles al dorso. Los ojos compuestos son negros y carecen de ocelo central por lo que solo tiene los dos laterales. 

Bípedos con dos extremidades anteriores terminadas en tres dedos y otras dos atrofiadas y adheridas al pecho que resultan inútiles. Sus antenas son largas y existen tanto machos como hembras de apariencia prácticamente idéntica.
 
Por norma general visten taparrabos sencillos de lana de karhua o paqucha  y solo ocasionalmente camisolas o túnicas.
 
Miles de pallaysu viven sometidos por los sikimira en todo Hanan. Normalmente se les asignan las tareas más duras y desagradables que realizan bajo la atenta mirada de capataces y guardianes. Solo algunos muestran destreza suficiente para dedicarse a trabajos más delicados. Las culturas esclavistas suele criarlos como ganado y cruzar aquellos individuos cuyas características quieren potenciar lo que ha dado lugar a diferentes estirpes de características variadas. Todos los pallaysu sin embargo comparten los mismos rasgos básicos.
 
Aquellos pallaysu que moran en la Ciudad Sagrada lo hacen generalmente sometidos por los sikimira y han llegado a ella como esclavos. Aunque no falta el ocasional pallaysu que ha logrado alcanzar su libertad de un modo u otro estos suelen ser tratados sin respeto por el resto de especies y por norma general incluso ellos mismos añoran el calor de sus hermanos pues son criaturas que se sienten más cómodos formando parte de grupos.

Los pallaysu salvajes habitan territorios cada vez más remotos debido a la creciente expansión sikimira. Incluso en estos refugios deben guardarse de las expediciones de esclavistas que rondan las profundidades de la selva o las costas de poniente.
 
Estos sach’aruna rara vez se dejan ver y evitan al resto de sintientes siempre que les es posible. Sus comunidades carecen de estructuras complejas pero alimentan un fuerte sentimiento de colectividad y familia.

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